viernes, 8 de junio de 2012


EL LLANTO DE UN MEXICANO
Me preocupa.
Me preocupa que veo a un país olvidado por sus líderes, quienes se concentran en sacar adelante sus carreras y a sus partidos antes que a su gente.
Me preocupa ver un abismo de desigualdad y diferencia, permeado todo por la infame indiferencia de quienes tienen la responsabilidad de honrar la confianza de su gente.
Me preocupa ver que en el Congreso imperan el caos y la desunión, que los ‘triunfos’ de mis diputados sean ver quién difama más al otro o quién silencia con más fuerza. Que exista un aura de trabajos inconclusos y que los pocos que se dedican al trabajo son sopesados por quienes se dedican al ultraje. Me preocupa ver más respeto en las tribunas de un clásico de futbol mexicano que en los escaños y curules legislativos (¿qué se puede esperar de la raza?)
Funcionarios públicos ausentes o sumisos (NISI) (Ni trabajan, pero SI cobran) y fuerzas policiales abandonadas o corrompidas es el maltrato que nos dejan nuestros gobernantes. Benditas aspiraciones de nuestros jóvenes con tanta materia prima corroída. No es sorpresa que ‘ni estudien, ni trabajen’ si el sistema educativo es cada vez menos adecuado y continúa decayendo gracias a quienes se supone deberían levantarlo. El empleo y las oportunidades son virtualmente inexistentes y nuestra economía es tratada con la lujuria de unos cuantos.
Me preocupa mi tierra, sangrando a borbollones, con sangre nacional y extranjera, de quienes depositaron su confianza en unos cuantos. Me preocupa que ‘esos cuantos’ tampoco sean eficaces porque ‘algunos muchos’ se empeñan en que fallen con tal de alzarse el cuello y alardear un ‘se los dije’.
La desigualdad de ideas nunca ha sido crimen, pero el callarlas y asesinarlas es nuestro nuevo movimiento nacional.

Miles de millones de pesos, de nuestro dinero, de nuestros impuestos, se reparten a ‘unos cuantos’ para hacer bien ‘muchos nadas’, mientras tanto, nuestros niños tienen hambre, tienen sed y tienen miedo. Miedo, no de una inseguridad que crece sin medida, sino de lo que seguramente terminarán siendo: seres olvidados y marginados por su patria y a quienes luego se les reclame de ‘holgazanes’. Se les castigará por ineficientes y por no saber aprovechar las infinitas oportunidades inexistentes que tuvieron. Nuestros niños, ¿pero qué demonios les hicimos?

Me preocupan todos y cada uno de los miembros de mi familia, más de 112 millones de ellos, que miran al futuro sin un rumbo certero, ese rumbo que nuestros predecesores se negaron rotundamente a asegurar y que ahora miran con desconcierto alegando que ‘no es su culpa’. Y la pelea continúa; y las divisiones incrementan; y las diferencias se exaltan; y nuestros niños, mientras tanto, sufren.

¿Pero qué te pasa, México? ¿En qué momento se volvió rutina suicidarte?
Me preocupa mi gente, que prefiere esconderse frente a una pantalla de televisión que detrás de un libro, o mejor aún, de un oficio. Me preocupa que la política de desarrollo colectivo nacional en estos momentos pareciera que se llama ‘resignación’, pareciera que se llama ‘derrota’ (dificil pelear contra las diversas mafias que se apoderan de los puestos publicos para saquear el pais).

Me niego rotunda y enfáticamente a quedarme dormido, a darme por vencido. Así me tachen de por vida de demente o inadaptado. Qué ilusos somos todos al pensar que México necesita héroes, si lo único que le hace falta es la atención de sus ciudadanos, o mejor quizá, unos cuantos más de estos. Este es el movimiento de la tercera insurrección mexicana, cuyo campo de batalla se libra en nuestros propios corazones, donde las únicas armas que encontremos y utilicemos deberán ser la paz, el trabajo y la Patria: suficientes muertes ha soportado lo sagrado de este suelo, y la tierra que se tiñe de rojo con la sangre de mi sangre es testigo de mi entrega. La batalla se gana en el corazón de nuestra gente, al denunciar nuestras propias faltas al país… y a nuestra estampa.


El autor de esta nota es hijo de Luis Donaldo Colosio y Ana Laura Riojas.
Es fundador del despacho Basave, Colosio, Sánchez Abogados y catedrático de la Facultad de Derecho y Criminología de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

lunes, 21 de mayo de 2012

Algunas veces ausente...

Wow! hace mas de un año que no publico absolutamente nada, he tenido resequedad inspiracional  últimamente... Escribir siempre ha sido lo mío pero, la constancia no!

Este es el enésimo intento... Veamos, este espacio fue creado con la finalidad de desahogarme, pero sobre todo de escribir lo que viniera a mi mente, hablar de todo y de nada a la vez, como aquellas veces que cierro la boca y me concentro en las ideas que me circulan por el cerebro ¿Alguna vez lo intentaron?  Es muy loco,  como escuchar a mil personas de diferente sexo y edad hablando de temas distintos pero todos a la vez, al grado que no sabes a quien de ellas poner atención, así son mis ideas; Unas vagas difíciles de atrapar y cuando consigo alguna no se si es la correcta, ese es mi espacio: Ideas sin reposo.

Hace un tiempo asistí a una conferencia de Guillermo Arriaga, personaje que admiro profundamente, fue maravilloso escucharlo es un ser impresionante, enfocado, despierto, inteligente pero sobre todo tremendamente asertivo, la verdad la platica no tuvo un gramo de desperdicio, alguien en el publico le hizo la interrogante que se me quedo atorada en el pecho: ¿Como se hizo escritor? A lo que el respondió que hay dos tipos de escritores, los que nacen con el talento de escribir (pero sobre todo comunicar) y los que se hacen a través de la constancia y sobre todo la disciplina, él se considera del segundo tipo... en el primer grupo ubicó a García Marquez, Borges, Neruda, o sea "vacas sagradas" de la literatura, esto me dejó con una pregunta a media garganta: ¿Que tipo de escritora soy? Aun no tengo la respuesta, pero sé que hay una en mi, a quien por cierto le urge escapar del silencio, estoy convencida que tal vez escape sin métrica y con poca coherencia... pero eso sí con un montón de ideas, de locas y vagas ideas.

Ya el tiempo lo dirá, mientras tanto...

La idea es escribir.