EL LLANTO DE UN MEXICANO
Me preocupa.
Me preocupa que veo a un país olvidado por sus líderes,
quienes se concentran en sacar adelante sus carreras y a sus partidos antes que
a su gente.
Me preocupa ver un abismo de desigualdad y diferencia,
permeado todo por la infame indiferencia de quienes tienen la responsabilidad
de honrar la confianza de su gente.
Me preocupa ver que en el Congreso imperan el caos y la
desunión, que los ‘triunfos’ de mis diputados sean ver quién difama más al otro
o quién silencia con más fuerza. Que exista un aura de trabajos inconclusos y
que los pocos que se dedican al trabajo son sopesados por quienes se dedican al
ultraje. Me preocupa ver más respeto en las tribunas de un clásico de futbol
mexicano que en los escaños y curules legislativos (¿qué se puede esperar de la
raza?)
Funcionarios públicos ausentes o sumisos (NISI) (Ni
trabajan, pero SI cobran) y fuerzas policiales abandonadas o corrompidas es el
maltrato que nos dejan nuestros gobernantes. Benditas aspiraciones de nuestros
jóvenes con tanta materia prima corroída. No es sorpresa que ‘ni estudien, ni
trabajen’ si el sistema educativo es cada vez menos adecuado y continúa
decayendo gracias a quienes se supone deberían levantarlo. El empleo y las
oportunidades son virtualmente inexistentes y nuestra economía es tratada con
la lujuria de unos cuantos.
Me preocupa mi tierra, sangrando a borbollones, con
sangre nacional y extranjera, de quienes depositaron su confianza en unos
cuantos. Me preocupa que ‘esos cuantos’ tampoco sean eficaces porque ‘algunos
muchos’ se empeñan en que fallen con tal de alzarse el cuello y alardear un ‘se
los dije’.
La desigualdad de ideas nunca ha sido crimen, pero el callarlas y
asesinarlas es nuestro nuevo movimiento nacional.
Miles de millones de pesos, de nuestro dinero, de nuestros impuestos, se
reparten a ‘unos cuantos’ para hacer bien ‘muchos nadas’, mientras tanto,
nuestros niños tienen hambre, tienen sed y tienen miedo. Miedo, no de una
inseguridad que crece sin medida, sino de lo que seguramente terminarán siendo:
seres olvidados y marginados por su patria y a quienes luego se les reclame de
‘holgazanes’. Se les castigará por ineficientes y por no saber aprovechar las
infinitas oportunidades inexistentes que tuvieron. Nuestros niños, ¿pero qué
demonios les hicimos?
Me preocupan todos y cada uno de los miembros de mi familia, más de 112
millones de ellos, que miran al futuro sin un rumbo certero, ese rumbo que
nuestros predecesores se negaron rotundamente a asegurar y que ahora miran con
desconcierto alegando que ‘no es su culpa’. Y la pelea continúa; y las
divisiones incrementan; y las diferencias se exaltan; y nuestros niños,
mientras tanto, sufren.
¿Pero qué te pasa, México? ¿En qué momento se volvió rutina suicidarte?
Me preocupa mi gente, que prefiere esconderse frente a una pantalla de
televisión que detrás de un libro, o mejor aún, de un oficio. Me preocupa que
la política de desarrollo colectivo nacional en estos momentos pareciera que se
llama ‘resignación’, pareciera que se llama ‘derrota’ (dificil pelear contra
las diversas mafias que se apoderan de los puestos publicos para saquear el
pais).
Me niego rotunda y enfáticamente a quedarme dormido, a darme por vencido.
Así me tachen de por vida de demente o inadaptado. Qué ilusos somos todos al
pensar que México necesita héroes, si lo único que le hace falta es la atención
de sus ciudadanos, o mejor quizá, unos cuantos más de estos. Este es el
movimiento de la tercera insurrección mexicana, cuyo campo de batalla se libra
en nuestros propios corazones, donde las únicas armas que encontremos y
utilicemos deberán ser la paz, el trabajo y la Patria: suficientes muertes ha
soportado lo sagrado de este suelo, y la tierra que se tiñe de rojo con la
sangre de mi sangre es testigo de mi entrega. La batalla se gana en el corazón
de nuestra gente, al denunciar nuestras propias faltas al país… y a nuestra
estampa.
El autor de esta nota es hijo de Luis Donaldo Colosio y Ana Laura
Riojas.
Es fundador del despacho Basave, Colosio, Sánchez Abogados y catedrático de
la Facultad de Derecho y Criminología de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
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